Muchas mujeres entran frecuentemente en el aclamado dilema de, si están gordas o no. Suelen verse así mismas como un montón de grasa que deambula por todos lados. Antes, no le tomaba importancia cuando alguien de mi familia o alguna de mis amigas llegaban a entrar en este conflicto de aceptación, pues pensaba que era algo que se les pasaría pronto, algo así como un dolor de cabeza.
La primera vez que le tomé real importancia a esta situación, fue cuando el amor de mi vida me comentó lo mismo, esa mujer a la que amaba tan apasionadamente. - ¡Estoy gorda!- me dijo. Al principio, creí que era una broma, pero luego al mirar sus ojos de preocupación, noté que hablaba enserio. A pesar de haberla mirado desnuda en múltiples ocasiones, jamás la había mirado así. De hecho, frecuentemente me sentía privilegiado de tener una mujer tan hermosa conmigo, que de todos los que la pretendían me escogiera a mi. Basta decir que su cuerpo era hermoso, perfecto diría yo. No tenía nada de más, cada curva en ella, era tan hermosa que solía perderme mirando su cuerpo, sumergido en su belleza, como abeja en la flor más bella y rebosante. Ella siempre ha sido mi mejor paisaje, mi mejor amanecer o atardecer, aquel lugar en el que pienso cuando deseo descansar y relajarme. En resumen, ella es perfecta para mí, es más; si pudiera cambiarle algo, sólo le cambiaría ese tonto pensamiento, que tal vez le llegó a sembrar alguien que no podía con semejante belleza.
Ahora cuando le vuelve este pensamiento y la observó preocupada, simplemente la miro y le digo lo que significa para mí, la perfección hecha mujer. Pero en otras ocasiones, sólo la miro y pienso: -Si pudiera mirar con mis ojos, sabría que es perfecta-
[Descripción de imagen] No conozco al autor, si alguien lo conoce, agradecería me lo hiciera saber
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